domingo, 28 de julio de 2013

Epílogo (Eva 14)


Entré en la cafetería, una pequeña cafetería de Nueva York donde el café es cutre y las tartas regulares, pero esta él. Me senté en la mesa donde me sentaba siempre y esperé pacientemente a ser reconocido por el camarero. El chico pareció verme y esbozo una gran sonrisa, pero no dejo de hacer lo que tenía que hacer. Al cabo de cinco minutos apareció a mi lado con una taza de café con vainilla y un pedazo de tarta de limón y se sentó enfrente de mí.
-Tres semanas. -Dijo muy serio.
-Tres semanas.- Repetí lentamente.- Que tendremos que recuperar rápidamente.
Cambié mi sitio y me senté al lado de él, de espaldas al resto de la cafetería. Me incliné sobre él chico y bese su cuello lentamente.
-¿Qué tal has pasado estos días?- Susurré entre beso y beso.
-Fue lento, y aburri... Ah... Para. No puedo concentrarme.
-No hace falta que te concentres...- Murmuré lentamente mientras subía por su cuello y mordisqueaba la oreja.
El chico giro la cabeza y me dejo besarle los labios, dulces y sabrosos, lentamente saboreando cada matiz y disfrutando de su cálido y suave tacto, pasando mi mano por debajo de su camiseta.
-¿A quién hay que llamar para que le pongan un café a uno?
-Será mejor que vayas.- Susurré.
-Sí. Será lo mejor.- Correspondió.
Me volví a sentar en mi silla, dejando sitio para que Zack saliese del rincón en el que le había encerrado.

-¿Tardarás mucho en salir? Tengo algo que enseñarte.
-Un par de horas.
-Perfecto, te espero aquí sentado.- Contesté.
En el transcurso de ese tiempo espere con calma, observando como el joven repartía cantidades ingentes de café y pedazos de tarta, y comí mi trozo de tarta de limón y tomé el café con vainilla.
En la última media hora ya no había nadie gente y Zack comenzó a preparar todo para cerrar la cafetería.
-Si me ayudas, podría cerrar e irnos antes.- Comentó mientras se inclinaba sobre una mesa contigua para limpiarla.
-¿Y perderme las espectaculares vistas que me ofreces?- Comenté divertido mientras me levantaba y me acercaba a él.- Aunque la cosa mejora mucho más de cerca...
Le bese de nuevo y esta vez no me molesté en contenerme. Disfrute plenamente de su tacto y su roce mientras le apretaba contra mí.
-Déjame acabar.- Insistió el chico con un ligero gemido placentero.
-Me encanta que hagas eso...- Le murmuré en el oído, refiriéndome a los pequeños gemidos que emitía.- Ve a cambiarte y prepárate para irte. Yo acabo de limpiar todo esto.
El chico me miró arqueando una ceja y yo asentí con la cabeza para decirle que no se preocupase. Finalmente accedió y se metió en la trastienda. Yo a la velocidad del rayo limpie cada mesa que había y barrí y fregué todo el suelo. Cuando salió todo estaba limpio.
-Debería haberme lanzado sobre ti hace mucho tiempo.- Rio.
-Sí, deberías haberlo hecho.- Corroboré.
Cortésmente le abrí la puerta y deje que pasase primero. Luego cerró la puerta y fuimos calle abajo. Le guie y acabamos en un callejón un poco oscuro y la luz del final titilaba. Tendría que arreglarla.
-Erik... Este sitio no me gusta, me da mala espina.
-Sí, lo sé. Eso quiere decir que el hechizo funciona bien.
-¿Hechizo? ¿Qué hechizo?
-¿Recuerdas la fiesta a que te invite?
-Cómo olvidarlo.- Contestó.
-Yo trabajaba ahí y me despidieron. Así que decidí montar mi propio bar.- Señale hacia el establecimiento que había justo a nuestra izquierda.- Un sitio donde los seres sobrenaturales puedan relajarse un poco...
-¿Y el hechizo?
-Es para espantar humanos que quieran colarse, nada más.
-¿Y qué hago aquí entonces?
-Pues quería saber si estarías dispuesto a ser mi primer empleado.
-¿Yo? ¿Un humano? ¿En un bar de seres sobrenaturales?
-Dentro no se puede ejercer violencia. -Contesté.- Y tendrías mi respaldo.
-No sé yo...
-Encima hay un pequeño apartamento, donde podríamos alojarnos, en caso de que accedas, o podrías seguir viviendo en tu piso.
-¿Así que además me estas pidiendo que viva contigo?
Me lo pensé detenidamente.
-Si.- Contesté finalmente.
-Está bien, trabajaré contigo, no para ti.
-Me parece un trato justo.- Contesté victorioso y le bese suavemente en la mejilla mientras le abrazaba por la espalda y contemplaba mi nuevo trabajo y vivienda.












































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