domingo, 5 de mayo de 2013

Vampiro (Eva 2)

Gracias a la umbrokinesis llegue a Japón en apenas unos segundos. Era de noches aunque si hubiera sido de día no se apreciaría la diferencia, pues estaba todo completamente cubierto de nubes de las que caía algo como nieve sucia, que rápidamente identifique como ceniza de los volcanes. Todo estaba cubierto por ello, las farolas iluminaban calles desiertas con coches en medio de la calzada y la mayoría de las puertas estaban rotas o desencajadas dando a entender que el lugar ha sido propenso al pillaje aprovechando la evacuación llevada a cabo por las autoridades niponas.

El ángel rubia apareció tras de mí.

-Pensé que ibas a ser más rápida.

-¿A dónde me has traído? Este lugar es horrible... y huele peor.

-Esto es el norte de Japón.- contesté mientras empezaba a andar por la desolada calle.

Todo parecía llevar así siglos. Me di cuenta de que nuestras pisadas habían dejado huellas en la ceniza. Podíamos usar eso como indicador de presencia.

-¿Cómo te llamas, demonio?

-No voy a decirte mi verdadero nombre para que puedas invocarme cuando quieras.-Conteste, no tenía gana alguna de que eso pasase.- Pero la mejor aproximación de mi es Erik.

-¿Aproximación? ¿En serio crees que me apetece invocarte a cada rato, solo para incordiarte? -La miré por el rabillo del ojo y ella soltó una risotada de niña pija.- vale, me has pillado. Eres un chico listo, eso me gusta... Lástima que estés por el humano ese... Por cierto el mío es Lia, por si te interesa... Que veo que no.

A la chica no se le escapaba nada. Solo quería encontrar los anillos y conseguir el alma de Zack. Pero su incesante parloteo no ayudaba en nada.

Un ruido metálico, proveniente de un callejón me puso en alerta. Me dirigí hacia allí, esperando que fuera la vampiresa que portaba la llave de fuego. En el callejón lo único que se movía era una temblorosa puerta con más de un agujero. Entre por ella y di a unas escaleras polvorientas con varias pisadas. Subí hasta un pasillo largo con varias puertas. Las huellas llegaban hasta la tercera de la derecha.

Con toda la tranquilidad del mundo camine hasta allí y gire el pomo de la puerta. Allí había una habitación con una cómoda y una cama y sobre esta última había un gnomo tumbado, que se incorporó rápidamente sobresaltado.

-¿Pero qué demonios...?

-Mide tus palabras, duende.- contestó el ángel tras de mí, sabiendo perfectamente que aquel tipo bajito, barrigón y pelirrojo no era un duende.

-¡No soy un duende! –Replicó el hombrecillo.

-Me da igual. Conteste poniéndome entre la mujer y el gnomo. -Buscamos a una vampiresa, no debe de estar muy lejos y suele ser bastante problemática.

-Puede que sepa donde esta...

Lo que faltaba, un gnomo que quería ser rico a nuestra costa. Lia, que así dijo que se llamaba, dio un suave empujón a un jarrón encima de la cómoda.

-Ups. Que torpe soy, espero que fuera muy caro.

-Quiero una compensación por la información. -dijo el gnomo. El ángel en respuesta tiro la lámpara que había en la mesita de noche.

-Me la llevare de aquí para que deje de hacer destrozos, ¿te parece bien?

El gnomo se lo pensó y la mujer, haciendo uso de la luciquinesis destrozo la mesita de noche contraria a la anterior.

-Vale, vale...-contestó el hombrecillo. -hay una vampiresa con complejo de vaquera que siempre está dando la murga por el barrio.

-Gracias.- contesté mientras Lia se levantaba de la cama y salía de la habitación.

-Es un placer hacer negocios con vosotros.- murmuró el gnomo y cerró la puerta con un portazo.

-Creo que no le caímos bien.- comentó la rubia.

Rodé los ojos y salí a la calle. Cuanto antes encontrase a esa vampiresa antes podría separarme de esa ángel.

Un chirrido metálico retumbo en la calle, como cuando rayas la carrocería de un automóvil. Solo que era eso. La vampiresa se acercaba contoneando las caderas y rayando con la punta de una de sus armas de fuego cada coche que tenía a su alcance.

-No voy a decir que me agrade tu visita, Erik.

-¿Ella tampoco sabe tu verdadero nombre?- Preguntó el ángel tras de mi.

-Sé que solo sales de tu agujero para ordenar cosas y no me gusta.- continuó la vampiresa.

- Yo pensé que tus compañeros guardianes lo sabrían...

Un disparo surco el aire y dio justo en la pared tras de mi a pocos centímetros. Permanecí impasivo y con la mirada fija en la vampiresa, como había estado hasta ahora.

La vampiresa tenía el pelo caoba, largo y despeinado, dándole un aspecto peligroso. Llevaba ropa ceñida a su escultural cuerpo. Para los humanos eso es lo que les atrae, sensualidad y peligro. En la mano que no tenía el arma, tenía una botella de licor.

-Ahora recuerdo porque no me gustan las mujeres. -Murmure. -No vengo a ordenarte nada, solo a pedir prestado.

-No.- sentenció la vampiresa sin ni siquiera darme tiempo a pedir.- Sea lo fuere, no.

-Esto acabó antes de empezar...-Puntualizó el ángel.

-No ayudas.- Le susurré.- Alexandra, por favor. Déjame el anillo, te lo devolveré tan pronto como me sea posible.

-No sería una buena guardiana si diese lo que custodio al primero que lo pide.

-Lo hemos intentado a tu manera. -murmuró la rubia dando un paso a delante y sacando el arco de la nada.- Lo haremos a la mía.

-Eso suena a amenaza...- contestó la vampiresa que todavía estaba a una distancia prudente.

Si quería evitar que alguien saliese herido debería de hacer algo, pero no tenía ganas ni tiempo. Aunque si Lia mataba a Alexandra, cuando acabase todo esto habría que buscar otro guardián del fuego... y eso llevaba mucho más esfuerzo.

-Nadie ha amenazado a nadie, ni nadie va a hacer las cosas a su manera.- Grité y di unos pasos hacia la vampiresa que encañono su arma hacia mí. Mire a la morena a los ojos.- Solo te lo pido prestado unos días.

-Te dije que no, Erik.

-Siento tener que recurrir a esto...

Invoque en mi mano derecha una cerbatana. Y dispare un pequeño dardo que la mujer interceptó tirando la botella al suelo, que se hizo añicos. La vampiresa sonrió pensando que había fallado.

Pero se equivocaba.

El dardo estaba impregnado de una toxina paralizante sacada de no sé qué ser extraño ser. Alexandra noto el efecto y su sonrisa desapareció en el acto. Tres segundos más tarde cayó al suelo como un saco.

Sin ninguna prisa, ande hasta ella.

-¿Que me has hecho?- bufó la vampiresa. -Eres un maldito traidor.

Ignore los numerosos insultos y faltas hacia mi persona mientras le quitaba el anillo de la mano.

-Te lo devolveré... Te lo prometo.

-Sinceramente ni yo me lo esperaba.- reconoció el ángel.

Al alejarme me dio pena dejar a la chica así de expuesta. La recogí del suelo y la cargue hasta la habitación donde habíamos estado antes, la del gnomo. Este exploto al vernos pero le ignore y deje a la vampiresa sobre la cama.

-¿Con que derecho te crees que puedes dejar a esta tipa en mi cama?

-Yo que tú, le trataría con respeto, pues puede arrancarte la cabeza de un mordisco.- Vale, estaba exagerando un poco, pero no podía culparme por ello. Más vale prevenir que curar.- Al menos cuando se le pase el efecto del paralizante.

Salí de la habitación seguido de la rubia y de unos cuantas injurias hacia más hacia mi persona.

-Eres demasiado blando.- murmuró el ángel- Sorprendente, pero blando.

-Voy a cogerme el resto del día libre. Te guste o no.

Y sin dejarle responder me teletransporte, usando la umbrokinesis. Aparecí en central park de Nueva York y ya el día estaba acabando. El teléfono vibró en cuanto recibió cobertura nacional, indicando que habia recibido un mensaje. "2dias. 10pm. En el sanctum. Lleva a quien quieras."

Era una invitación a una fiesta. Era lo bueno de mi trabajo, tenía muchas invitaciones a fiestas y esta no iba a desperdiciarla.

Caminé hasta la cafetería donde trabaja Zack. Y ahí estaba, en la barra, sirviendo cafés. Ya debía de quedar poco para que acabase su turno.

-¿Otra vez aquí? Esta noche no vas a dormir.- rió el simpático camarero.

-No vengo a por café. - confesé. La cafetería estaba bastante vacía así que no me molesto nadie.- Sino a por ti. Me han invitado a una fiesta, y pensé que igual te apetece venir y cenar algo juntos.

El chico se le cayó la mandíbula. Sonreí en consecuencia. Zack empezó a balbucear y le puse el dedo sobre los labios.

-Vendré a buscarte en dos días, después de tu trabajo.

El chico asintió y sonrió. Aprovechando que mi mano estaba a su lado, le acaricie la cálida mejilla y el llevo su mano sobre la mía.

-Te voy a dar mi teléfono, para que me llames si tienes algún problema, ¿vale? -En una servilleta escribí mi nombre y mi teléfono. - es posible que no te coja, pero es normal, luego te llamó yo.

-Entendido. - contestó el chico con una sonrisa mientras admiraba el trozo de papel.

-Nos vemos en dos días. - Me despedí y antes de salir por la puerta le guiñe un ojo.

Tras dejar la cafetería atrás me dirigí a mi propio trabajo nocturno. Era camarero en el bar de moda en la ciudad: El sanctum.

El local estaba regido por un humano bastante avaricioso y contratarme había sido lo mejor que podía haber hecho en su insignificante vida.

Cuando llegue mi jefe esperaba en la trastienda, yo simplemente me limite a mi trabajo y cuando no hubo mucha gente me asome.

-Me voy a coger la noche libre dentro de dos días.

-No.- Contestó secamente.

-No me ha entendido bien, no se lo estaba pidiendo, se lo estaba avisando.

El hombre, de unos cuarenta años, se le empezaba a caer el pelo y le estaba asomando una barriga. Estaba leyendo el periódico, lo más seguro la sección de deportes. Pero lo que me llamo la atención fue la noticia de portada. "Suspendido partido de semifinales en México por numerosos tornados en la zona del estadio, dejando numerosos destrozos materiales"

Ya sabía cuál sería mi destino en la mañana.

El hombre había dicho algo pero le había ignorado. Volví a mi puesto hasta el amanecer.

1 comentario:

  1. Uyyy *.* Quiero volver a sacar tiempo de los estudios para leer los siguientes caps! La trama es bastante interesante! Sigue así ;)

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