domingo, 26 de mayo de 2013

Licantropo (Eva 5)

Me desperté en la misma posición en la que me quede dormido. El sol se filtraba por la ventana, dando demasiada claridad a la habitación. Con agilidad felina me levante sin despertar al chico que seguía durmiendo y deslice la cortina, dejando la estancia en penumbra.

El periódico estaba encima de la mesa de café al lado de la ventana. Traía de portada varios terremotos en el rift africano me pare frente a él cuando algo al fondo, en la cocina, se movió.

Para mi suerte era Lia.

-¿Cómo te has colado aquí?- grité en voz baja.

-Bueno... Ya sabes... Por la puerta.-Miré hacia el lugar citado y estaba tal y como lo recordaba, cerrado, por lo que no termine de creerla.

-Dijiste que le quedaba más tiempo.

-Por lo visto me equivoqué, no me llevo muy bien con las mates.

-Teníamos un trato... -Murmuré conteniendo la ira.

- Así es... y todavía no tengo Eva en mi poder, así que no has cumplido tu parte. No esperes que yo lo haga.

- Dame tres días.

La mujer negó con la cabeza. Mire al sofá donde Zack dormía. Podía dejarle ahí y volver antes de que despertara.

El ángel pareció entender e hizo un giro de muñeca, haciendo pedazos la puerta de la entrada y justo tras ella aguardaba un cosechador.

Sin pensarlo un segundo, usando su propia sombra le destroce. Acto seguido el pánico corrió por mis venas.

- Muévete, Zack.-Le zarandee a lo cual el reaccionó adormilado.

Con demasiada urgencia cogía un par de camisetas de mi habitación y le lancé una.

-Tenemos que irnos.

El chico se levantó sobresaltado.

-Pensé que aquí estábamos seguros.

-Yo también hasta que...-Miré hacia la cocina donde estaba la culpable de todo esto, pero la muy zorra se había ido.-Da igual, ya no es seguro y no tardarán en dar con nosotros.

El chico se cambió la camiseta.

Una ventana se rompió en el salón y tras los añicos de cristal apareció otro cosechador, en posición depredadora y la vista clavada en Zack.

Agarre al chico del antebrazo y tire de él para que me abrazase y aprovechando el gesto me transporte con el chico en mis brazos.

-¿Pero qué demonios...?-Farfulló el muchacho. - Ayer por la noche hiciste lo mismo... ¿Qué es?

-Una forma de moverse en el espacio en muy poco tiempo. Ahora estamos en el rift africano.

-¿Me estás diciendo que hace dos minutos dormía en tu piso de Nueva York y ahora estoy en vete a saber dónde de África?

Le mire y asentí. No tenía intención de que lo comprendiese todo.

-¿Y qué hacemos aquí?

Antes de contestar silbe con fuerza haciendo que se oyese por todo el valle. El chico se tapó los oídos ante el estruendo y algunos pájaros salieron volando.

-Buscamos a un hombre lobo que tiene un anillo que abre una puerta.

-¿Un hombre lobo?-Repitió

-Sí, esos que se convierten en lobos... Lo de la luna llena es un mito, se transforman cuando quieren... La mayoría de las veces.

-Claro... ¿Y tú? ¿Qué eres?- Preguntó el chico.

Me disponía a contestar, pero empezaron a rodearnos varios hombres. Conté siete más el alfa.

-¿Por qué será que no me sorprende que estés aquí?- Comentó el lobo alfa, fácilmente reconocible porque era un poco más alto y más musculoso que sus esbirros.-¿Qué haces aquí?

-Quiero pedirte un favor.

-He hablado con Alex. Sé qué favor me vas a pedir y que vas a intentar coger el anillo.

-Sabes que no me gusta pelear, pero no tendré remordimientos por patear a tu patética manda y luego quitarte el anillo.

No gusto a los hombres lobo lo que dije dado que se pusieron a gruñir. Tenía que reconocer que en el sexo, los gruñidos de los licántropos son muy excitantes, en el resto de cosas resultan irritantes y amenazadores.

-Y diles a tus esbirros que gruñir puede ser molesto y amenazante.

Mi objetivo era que perdiesen la paciencia y atacasen, eso les haría perder la formación y serían más fáciles de combatir.

Me giré hacia el chico al que más rápido le latía el corazón gruñía de pura ira, solo necesitaba un empujoncito para que estallase. Invoque mi espada y le coloque un fino recubrimiento de plata sintética.

Como esperaba el mozo considero la acción hostil y se lanzó sobre nosotros. Algunos les siguieron.

Me limite a golpearles con la espada, algo que les quemaba más allá del mero golpe.

Los jóvenes con apenas uno o dos golpes se quedaban retorciéndose en el suelo, mientras que los más experimentados tenían mas tolerancia al dolor y tenía que romperles algún hueso.

Tras dejar a todos los licántropos en el suelo, me volví hacia el alfa.

-No me obligues, Adam.- Le dije a la vez que le tendía la mano abierta pidiendo el anillo.

El hombre se llevó la mano al anillo que estaba en la contraria. Esbozo media sonrisa.

-Hoy no.

Me gire al ver que su vista se había centrado en otra cosa. Detrás de Zack había otro hombre lobo con intención de morderle. Sin pensarlo alce mi espada y se la clave en el hombro, y dejándola ahí, le quemaba y se veía salir un poco de humo. Le di una suave patada en el pecho para desincrustar mi espada del cuerpo haciendo que salpicase sangre por todos lados. El cuerpo se desplomo inerte sobre la tierra.

Me arrodille al lado de Zack y le pregunté si estaba bien. Estaba anonadado y cubierto de gotitas de sangre pero el chico asintió levemente sin apartar la vista del muerto.

-Siento lo de tu beta.-Comenté mientras me levantaba.

Adam estaba al borde de la pura ira. Eso le haría salir de su posición defensiva. Sus puños estaban apretados, muy apretados. Al igual que sus dientes. El hombre al que no le faltaba un músculo, murmuró algo que no termine de oír por lo que le ignore.

Finalmente el hombre perdió los estribos, se lanzó sobre nosotros y no fue muy difícil hacerle frente. Siendo un tipo tan fuerte y corpulento solo tenía que esquivarlo y su peso haría el resto.

Di unos pasos hacia delante para distanciarme del humano. Cuando el licántropo me tuvo a tiro realice un amago y le asesté un rodillazo en el abdomen seguido de un codazo en la espalda dejándole en el suelo. Coloque un pie sobre su espalda y cogí su mano derecha y tiré hacia arriba, retorciéndole el brazo, si tirase un poco más fuerte creo que podría arrancárselo.

Pero no era mi intención, solo quería lo que había en su dedo anular. Ahora le era imposible mantener el puño cerrado por lo que fue facilísimo quitárselo.

-No te saldrás con la tuya.- Farfulló tirado en el suelo.

-No es a mí a quien tienes que detener.

-¿A no? -Preguntó con cierta ironía.- Sorpréndeme.

Dejándole aun inmovilizado, me agache a su lado, clavando mi rodilla entre sus omóplatos.

-Eres el último. Sabes dónde buscarme.

Di un ligero empujón desencajándole el hombro con un fuerte crujido. El hombre gritó de dolor. Aproveche la conmoción para andar hasta Zack, que se había agazapado en medio de la explanada. Le tendí la mano y le ayude a ponerse de pie.

-¿Que eres?- Musitó con temor mientras me miraba con ojos lloros y atemorizados.

-Te contestaré las preguntas, pero este no es el sitio ni el momento adecuados.- Murmuré de manera más tierna que pude. Con mi dedo le limpie una gota de sangre que le había salpicado en la mejilla.

-¡Erik!

Me giré hacia el alfa que se levantaba tambaleante del suelo.

-Hasta pronto Adam. Te devolveré tu anillo en la próxima.

Agarré al chico y me transporte, llevándole conmigo, justo antes de que el hombre lobo se nos echase encima.

Aparecimos en una playa. Las vistas ahí siempre me habían parecido terriblemente hermosas, aguas azul turquesa, arena blanca y fina y hacia el interior de la isla, justo en el medio de esta estaba la enorme torre negra, contrastada con el cielo limpio y claro.

-¿Qué lugar es este?

-Quae salvat. Así es como se llama en las leyendas antiguas. La torre que guarda. Pero eso no quiere decir que sea su nombre.-Me senté en la arena, de espaldas a la torre.

-¿Guarda? ¿Que guarda?

-Lo que todo ser, humano o no, anhela.- El chico se sentó a mi lado y me miró con curiosidad.- Ser Dios.

-¿Y porque me trajiste aquí? Ni siquiera sabía que esta isla existiera.

-Es el lugar más seguro que hay, muy poca gente conoce su ubicación y mucha menos sabe llegar. Así que no vendrán a buscar tu alma hasta aquí.

-En eso te equivocas.- Lia, el ángel, apareció a tocar las narices, como siempre.- Acabemos rápido ahí dentro y así nos vamos todos pronto a casa.

-¡Tú!- Bramó el chico. A la vez que se levantaba sobresaltado.- Eres la que me compro mi alma.

La mujer sonrío ampliamente.

-La recuperaré, no te preocupes. -Le consolé mientras me levantaba yo también.- Vamos.

Caminamos hacia la torre y nos topamos con la puerta, enorme y con cierto estilo gótico, arcos apuntados. El material no era ninguno que se pudiera encontrar en el resto de la tierra, era un potente compuesto angelical y demoníaco.

Antes de entrar, me apoye en la puerta.

-Antes dame lo que me debes, Lia.

La mujer rodó los ojos y saco de la nada un arco blanco. Me lo tendió y lo acepte con gratitud y me lo coloque cruzándome la espalda. Acto seguido, me volví hacia la torre de nuevo. Empuje las pesadas puertas y salió de su interior una ráfaga de aire frío y húmedo.

-Bienvenidos a La Torre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario