domingo, 12 de mayo de 2013

Fantasma (Eva 3)

Justo al salir de la ducha el teléfono sonó y al descolgar escuche la irritante voz del ángel, que empezó a parlotear.

-Nos vemos en México.- le corté y colgué.

Me puse una ropa cualquiera y viaje a México gracias a la umbrokinesis. Acabe en los alrededores del estadio donde se había cancelado la semifinal de fútbol A unos pasos estaba todo tirado y caótico con árboles arrancados de cuajo e incrustados en casas sin techos.

El calor de México era excesivo y eso que solo hacia unas pocas horas que había amanecido.

Me puse gafas de sol, que siempre ayudan.

-Por favor, ¿qué te has hecho? -dijo a mi espaldas la chica rubia.-¿vaqueros y una camiseta de tirantes verde?- me miré y no conseguí ver nada malo, con lo que encogí los hombros. -¿Y esas gafas? ¿Qué te crees que eres? ¿Del equipo A?

-¿El equipo A?- Repetí confuso.- En fin, da igual...

Camine buscando algo que indicase donde estaba el guardián del viento.

-Vale, ignorando tu mal gusto vistiendo... ¿Qué hacemos aquí?

-Buscamos el origen de los tornados.

-Vale... ¿qué te parece una cochambrosa casa intacta?

Me gire hacia donde la rubia indicaba, una casa abandonada con alguna ventana rota, pero por el resto estaba bastante bien conservada.

Asentí y fuimos hasta allí.

La puerta abrió con un chirrido, dando paso a una casa oscura. Tenía el aspecto de haber sido barrido por el fuego.

-¿Y que buscamos aquí?- Pregunto Lia.

-Creo que a mi.- contesto una voz masculina.- Jo, Erik, no sé cómo te lo montas pero siempre atraes a las chicas más bonitas.-Y el pelo de mi acompañante revoloteo.

-Toda tuya, Cristopher.-Conteste encogiendo los hombros.

-¿En serio?- una ráfaga helada se puso justo a mi lado y en la punta de mi nariz se condenso un frío y denso líquido.

-Apártate un poco.- le comente mientras daba un paso a tras.

-Mira, demonio del tres al cuarto, a mí no me ofrezcas como si de un objeto...-a la chica empezó a resbalarle la misma baba espesa por la mejilla. -¡Sera cerdo el fantasma salido!

El ángel empezó a agitarse tratando de espantar al fantasma. Lo único que consiguió fue llenarse las manos de ectoplasma fantasmal.

-Bueno, ¿a qué se debe tu visita? -preguntó el fantasma que se hizo semitransparente sobre las escaleras. Acto seguido Lia dejo de manotear el aire.- No es tu afición traer solteritas a mi casa...

-Cuidado con lo que dices, fantasmón.-advirtió la chica.

-No, no vengo a traerte solteritas- La chica me lanzó una mirada de advertencia que ignore.- Sino a pedirte un favor.

-¡El gran y magnifico demonio viene a pedir ayuda a un pobre fantasma!- dijo mientras levitaba hacia mí. -¿En qué puedo ayudarte? Me gusta la idea de que me debas un favor.

-Quiero pedirte la llave de La Torre.

La expresión del fantasma cambio completamente. Porque quien diga que un muerto no puede expresarse no sabe lo que dice.

-¿Cómo te atreves a pedirme eso?- exclamó empezando a dar vueltas por la estancia.- Sabes que no puedes.-Pose una mirada dura sobre el delgado fantasma. -No, Erik, sabes que no.

La chica empezaba a impacientarse y no sabía cuánto aguantaría sin hacer nada.

-¡Te lo devolveré! Intacto. -Me apresure a añadir.

El ángel se apropió de un atizador de hierro que había en un rincón de la casa, el fantasma le vio y trago saliva fuertemente, si es que los fantasmas hacen eso.

-¿Tienes más ganas de colaborar?- Murmuró la chica con voz amenazante mientras que con el atizador daba suaves golpes contra su mano.

El fantasma y el ángel empezaron a jugar al gato y al ratón. Yo husmee por la casa en busca de algo que pudiera ayudar. Tras revisar todo el piso no encontré nada útil. Me quede mirando a la nada, apoyado sobre el marco de una puerta. Algo me llamo la atención, por la ventana de la cocina se podía ver una pequeña lápida en forma de cruz clavada a pocos metros de la casa.

Ignorando el estruendo que hacían la pareja salí de la casa por la puerta trasera. Tras eso los dos pararon para ver que hacía. Me encamine hacia la pequeña cruz y me agache junto a ella. En la inscripción rezaba: "Christopher Laurence"

-Tu anillo sigue ahí, contigo, ¿verdad?- Resolví.

-Ni se te ocurra, Erik.- gruño el fantasma que se iba a abalanzar sobre mi hasta que Lia puso el atizador entre los dos evitando que el incorpóreo se moviese.

-¿Te vas a poner a asaltar tumbas?- Apuntó el ángel. -Ahora entiendo tu modelito... vas rollo arqueólogo millonetis.

Le lance una mirada asesina, que con la concentración suficiente no mataría pero si dejaría gravemente herido. Emplee ese esfuerzo en crear una pala desde las sombras. Comencé a cavar bajo la atenta mirada de los otros dos.

-No tenéis intención de ayudarme, ¿verdad?- Pregunté tras llevar un corto periodo de tiempo.

-No.- Contestaron ambos a la vez.

Rodé los ojos y volví a cavar. Esta vez cree más palas “oscuras” que se movieran solas y me ayudaran a cavar más rápido.

Tras más de dos horas, di con un ataúd de madera de pino. Lo lógico hubiera sido gritar para avisar de que lo había encontrado, pero ellos no habían ayudado, no se llevarían la emoción de asaltar la tumba.

Golpee la tapa un par de veces, hasta que cedió y los tablones se partieron. Un horrible hedor se desprendió de su interior, haciéndome recordar que no hacía falta que respirase. Contuve el aliento y me agache para mirar en el interior de la caja. Mi búsqueda se centró en las esqueléticas manos del cadáver y efectivamente un anillo metálico y de color amarillento estaba en uno de los raquíticos dedos. Una vez en mi poder, salte del hoyo y camine, alejándome de la casa.

-¿Lo tienes? – Preguntó el ángel aun en el porche trasero de la casa.

En respuesta y sin volver a mirarme, enseñe el áureo complemento por encima de mi hombro. En pocos pasos la mujer se puso a mi altura.

-Eres todo un crack.

-¡Espera!- Paré y me giré hacia el fantasma que se había quedado allí.- Lo siento, Erik, Pero no puedo dejarte ir con eso.

-Te lo devolveré, Cristopher, no te preocupes.

-Y para que quiero el anillo si ya no custodia nada… No puedo dejarte ir con ello.

Empezó a levantarse una brisa que se transformó en un violento viento. El polvo del suelo comenzó a levantarse y quedo girando sobre la casa. Más bien en torno al fantasma. Me vi obligado a cubrirme la cara con el brazo y notaba la arena rascándome la piel. Me arrepentí de no haber traído una chaqueta o un pañuelo. El vendaval comenzó a moverme, haciendo que tuviera que poner todo mi empeño en mantenerme pegado al suelo.

Una roca, que no vi venir, me golpeo en el hombro y me hizo perder el equilibrio, haciéndome salir por los aires. Por suerte, fue como dar un salto-voltereta muy largo. No dejaría que eso pasaría de nuevo.

-Déjalo ya, Cris.- Grite en medio de la tormenta de arena.

La violencia del viento creció. Buscando un plan rápido eche a correr hacia la casa, tapándome los ojos para evitar que me entrase arena. Genere una nueva vara férrea. Con ella, en un salto, atravesé al fantasma y me deslice al interior de la casa. Para cuando me recupere, el espectro se había esfumado y la tormenta cesado. Salí de la casa sacudiéndome la arena de la ropa.

-Podías haberlo hecho antes, ahora me he llenado el pelo de asquerosa arena.

-También podría haberme ido y dejado la tormenta.- Contesté. Y ahora que lo pensaba no sabía porque no lo había hecho. Lo deje correr. Ya había perdido mucho tiempo y ahora tenía que volver a ducharme.

Eso hice, me fui de allí, dejando a Lia ahí, y me transporte a mi apartamento neoyorkino. Me metí de nuevo de la ducha para quitarme toda la arena de la tormenta. Luego me puse ropa limpia y me tumbe un rato en el sofá.

Para cuando quise darme cuenta, ya era la hora de ir a trabajar. Como siempre, me lo tome con tranquilidad y pasee por las calles hasta llegar al bar. El lugar hoy estaba tranquilo y no había mucho ajetreo.

Cerca de la medianoche note una punzada en el pecho y rápidamente identifique de qué se trataba, alguien me estaba convocando. Le dije a mi compañero que me iba a tomar un descanso y salí por la trasera. Acto seguido me transporte sin un destino concreto, solo guiado por la corazonada.

Di a un bosque, cerca de una encrucijada. Por la hora no debía de estar demasiado lejos de Nueva York. En el cruce de caminos había una chica.

-No es un lugar muy propicio para una señorita como tu.- Dije mientras me acercaba lentamente. La chica se sobresaltó y yo deje que me viera gracias a los faros de su propio coche.- Algún desconocido podría aparecer.- La muchacha trago saliva.- Aunque era esa tu intención, ¿verdad?

Camine hasta el centro del cruce y vi que la tierra estaba removida. Tal como indican las leyendas, si quieres invocar a un demonio, debes de enterrar una caja con varias especias y una foto tuya en una encrucijada de caminos a medianoche. Realmente la hora da lo mismo, solemos acudir en cualquier momento.

-Julie, ¿verdad? - Sabía su nombre porque había puesto dentro de la caja un carné de la biblioteca. La chica asintió.- Dime, ¿en qué puedo ayudarte?

La muchacha se acercó unos pasos. Era un poco más baja que yo y llevaba un vestido recatado. El pelo lo tenía recogido, en sus ojos había pura desesperación y en sus mejillas lágrimas. Me tendió una foto. Era de ella y un chico muy atractivo en la cima de una montaña.

-Puedes… Los médicos dijeron… -Tartamudeo tratando de contener más lágrimas.- Ellos dijeron que no vivirá…

-¿Quieres que le salve?

-¿Puedes? –Un rayo de esperanza atravesó sus ojos y yo asentí.- Entonces hazlo.

-¿Sabes el precio?- Era obvio que lo sabía, si conocía las leyendas invocadoras, también conocería el precio. La chica asintió.- Dilo.

-Mi alma.

-Así es. ¿Y de verdad crees que él merece que pagues con tu alma su vida?- Cuestione su decisión a la vez que le entregaba su foto.

-Él es toda mi vida y mi razón de vivir… Sin él no soy nada. Daria mi alma y mi vida mil veces si pudiera.

-Pues si tan segura estas. Yo salvaré a este chico, a cambio de tu alma, que recogeré en diez años.- Hice una pausa y me lo replantee.- Te daré veinte años.

-¿Ya está? – Preguntó la chica.

-Algunos se dan un beso para sellar el pacto, pero a mí con un apretón de manos me vale.- Tendí mi mano y la chica la estrecho vigorosamente.- Y yo que tú, no dejaría que una persona fuera mi todo, pues cuando se va, estamos vacíos. –La chica me miró confusa.- Pásate a verle mañana por la mañana.

La chica asintió y corrió a montarse en el coche para salir escopeteada, dejándome a oscuras en ese cruce de mala muerte. Mire la hora del teléfono móvil, aún tenía tiempo.

Me teletransporté hasta el hospital. No me costó nada saber dónde estaba el chico. Camine por el pasillo y la luz fluorescente parpadeaba a mi paso. Era la energía que estaba acumulando. Esto es lo que más nos gusta de los contratos a los demonios, la omnipotencia que nos otorga.

Abrí la puerta con un solo pensamiento y me situé junto al chico que estaba en la cama, durmiendo. La máquina que mostraba el cardiograma parpadeo. Pose mi mano en el pecho del chico.

-Despierta. -La espalda del chico se separó de la cama y las maquinas empezaron a pitar. El hombre tomo aire como si acabara de salir de una piscina. – Es muy triste que seas el hombre más apreciado del planeta y no vayas a apreciarlo.

Las enfermeras empezaron a revolver todo y yo desaparecí para no dar explicaciones. Volví a mi trabajo como si no hubiera pasado nada.

Cuando salí de mi jornada laboral, volví otra vez al hospital, me transporte hasta el exterior de la habitación donde estaba el chico. Me asome por la ventana y estaba el chico tumbado y la chica sentada en una silla a su lado. Conversaban. No sabía lo que decían, pero si sabía de qué estaban hablando. Él le decía que no quería pasar el resto de su vida junto a ella.

Efectivamente, la chica se levantó enfadada y se marchó de la habitación, pasando por mi lado sin siquiera fijarse que estaba ahí.

-Me encanta lo malos que podéis llegar a ser.- Lia se había aparecido a mi lado, apoyada en la pared.- Sobre todo cuando sabes que ahora estará diez años tratando de suicidarse sin éxito.

-Veinte. –Le corregí, con la vista puesta en el chico.- Yo le pregunté si estaba segura de que merecía la pena y me dijo que sí. No siento remordimientos.

-¿Y estas seguro de que nuestro trato merece la pena?- Preguntó.- ¿Estás seguro de que, cuando acabemos todo esto, él te querrá y no te dejará?

Ya tenía la respuesta a eso. Pero mi atención se posó en la televisión que había en la sala de espera al final del pasillo. El hombre de las noticias matinales hablaba sobre un tsunami de pequeña magnitud que embistió Nueva Zelanda por la parte este, la cara que daba a Australia. El reportero hacía hincapié en lo confusos que se encontraban los científicos debido a que Australia no había sufrido incidente alguno.

-¿Te apetece un viaje a Sidney? – Le pregunté al ángel.

-Claro… Siempre que pagues tú la cuenta.

1 comentario:

  1. Qué mal lo del chico ;^; Será cerdo DDD:
    Y yo no quiero encontrarme con el fantasma ese sobón xD Desconfiaré en cuanto me encuentre baba inexplicable en el hombro (?) xDDD

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